El futuro marcado por Europa para los edificios inteligentes: el Smart Readiness Indicator

Los recientes desarrollos en la tecnología de la información y la comunicación han provocado el impulso del concepto cada vez más desarrollado de “Edificios Inteligentes”. La digitalización masiva representa claramente un punto de inflexión en el ámbito edificatorio que va a transformar la forma en que se diseñan, construyen y se utilizan los edificios. La llegada del internet de las cosas posibilita el desarrollo de nuevos servicios basados en los datos que van a condicionar el futuro de los edificios. Ya en la actualidad, multitud de construcciones de todo el mundo están aprovechando estos vectores (conectividad y datos) para mejorar la experiencia operativa y el bienestar de sus ocupantes.

Sin embargo, todo el potencial que engloba el concepto de edificio inteligente solamente está en sus etapas iniciales, ya que es difícil de comprender y abarcar en toda su extensión. El futuro de la construcción se está empezando a escribir y los edificios inteligentes son solo una etapa inicial para acomodar todas las nuevas tecnologías que están surgiendo. Si bien muchas de estas son ahora robustas y capaces de cumplir sus promesas de “inteligencia”, otras están en su fase embrionaria y son difíciles de implementar y prever su evolución.

Por tanto, el despliegue de la tecnología de los edificios inteligentes no es un ejercicio sencillo de plug-and-play. Las soluciones basadas en la IoT requieren la integración de miles de elementos dispares (dispositivos conectados, redes y nubes, análisis de datos, aprendizaje automático, aplicaciones móviles) con el hardware de construcción tradicional, y luego fusionarlos en una infraestructura estable y sin fisuras (1). De hecho un estudio realizado por CISCO en el 2017 afirmaba que el 75% de las soluciones conectadas fallaban finalmente (2).

Es por ello que es necesario definir un estrategia de edificio inteligente con objetivos claramente marcados para una selección coherente de la tecnología y de los desarrollos a seguir. En un informe de PwC sobre el despliegue de tecnologías inteligentes en los edificios cifra en cinco los objetivos de valor que se tendrían que tener en cuenta a la hora de implementar una solución inteligente: reducir costes, incrementar la eficiencia, mejorar experiencia de ocupantes, reducir impacto ambiental y finalmente, mejorar la seguridad (ver imagen adjunta).

Es necesario centrarse en uno o en más de ellos para realizar inversiones y decisiones acertadas en el largo camino de dar forma a un edificio inteligente. Se trata en la mayoría de los casos más bien un viaje hacia este objetivo final que un salto repentino que permita una transformación rápida.

“El potencial que engloba el concepto de edificio inteligente está en sus etapas iniciales, ya que es difícil de comprender y abarcar en toda su extensión”

Edificios centrados en los usuarios

Una de las principales tendencias que está cambiando el mercado de los edificios inteligentes es el creciente enfoque en los lugares de trabajo centrados en los ocupantes. Las organizaciones necesitan nuevas formas de atraer y retener talento y estimular su creatividad para mejorar su rendimiento. Los cambios en el panorama laboral, ahora centrado en el conocimiento y en la entrada de generaciones jóvenes que buscan entornos físicos que apoyen su bienestar, está cambiando los objetivos con que se conciben los edificios. La creación de experiencias y la interacción de los ocupantes se están situando en el centro del diseño constructivo. Se trata de fusionar las nuevas tecnologías con las estrategias de gestión del edificio para potenciar el activo más valioso de una organización su gente.

Por tanto, entender mejor cómo usan exactamente los usuarios los edificios es un componente central en el desarrollo de los edificios inteligentes. Los datos capturados a través de los sensores son la base para poder programar el sistema operativo de un edificio para que se alinee con los patrones de uso y responda adecuadamente a las necesidades (3).

Controles centrados en los ocupantes (OCC)

Uno de los mejores ejemplos que ilustran el abstracto concepto de edificio inteligente es el Control Centrado en el Ocupante (Occupant-Centric Control o OCC, por sus siglas en inglés). En este enfoque, un sistema de control adquiere diversos datos de los ocupantes, del ambiente interior y el clima exterior, y aprende o deriva información útil para el control del edificio, por ejemplo, patrones de control adaptativo se utilizan para mejorar tanto la comodidad del ocupante como la eficiencia energética.

Históricamente los ambientes interiores de los edificios estaban controlados localmente por los ocupantes, por ejemplo, a través de ventanas practicables. Aunque las primeras formas de iluminación, calefacción, ventilación y aire acondicionado ofrecían un nivel relativamente alto de control personalizado, plantean problemas que incluyen niveles bajos de confort para los ocupantes o facilidad de control por parte de los operadores de los edificios.

Estos problemas llevaron a la innovación hacia la centralización y la automatización de los servicios y sistemas de construcción. Sin embargo, este progreso en la automatización y control implica el descuidar dos aspectos muy importantes (4):

  • el control personal (real y percibido) sobre el ambiente interior y
  • respuesta de los sistemas a la ocupación irregular y parcial

Múltiples investigaciones han demostrado que aumentar el control de los ocupantes sobre su entorno (deshaciendo en parte la automatización de los años pasados), mejora su satisfacción con el entorno de trabajo. Mientras que los sistemas de construcción primigenios eran en gran medida transparentes para los ocupantes con lógica y física relativamente simples y responden rápidamente (por ejemplo una ventana abierta aumenta inmediatamente el movimiento del aire y la ventilación), la tendencia de la automatización con una lógica cada vez más avanzada elimina esta comprensión del usuario. Las investigaciones han demostrado que los ocupantes que no entienden los sistemas reportan una sensación de control y satisfacción más pobre. Por lo tanto, existe un riesgo inherente en automatizar sistemas y quitarle el control a los ocupantes.

Abordar estos desafíos son por tanto críticos para el edificio inteligente y es por ello que están surgiendo con fuerza los controles centrados en los ocupantes (OCC) como una seña de identidad de estos edificios.

Sin embargo, la novedad de este campo implica que todavía no hay definición acordada de lo que significa realmente este término. En un sistema OCC múltiples sensores controlan el ambiente interior (por ejemplo, iluminancia, temperatura, humedad y CO2), que luego se utilizan para inferir la satisfacción del ocupante, la productividad o incluso los indicadores de salud. Además, las interacciones del ocupante con los edificios (por ejemplo, presencia, interruptores de luz, persianas, uso de termostatos, etc.) también se controla, lo que permite detectar la satisfacción (o más a menudo la insatisfacción) de los usuarios (4).

Smart Readiness Indicator: el futuro marcado por Europa para los edificios inteligentes

Como vemos la definición de lo que es un edificio inteligente no es fácil y clara. Más que una realidad podría clasificarse casi como una aspiración, donde ingenieros, diseñadores, fabricantes, promotores y usuarios se abrigan en el concepto para dar cabida a las tecnologías incipientes que puedan transformar nuestro entorno. Pero, ¿cuántas funciones tiene que tener un edificio inteligente o deben ser implementadas para que un edificio se llame inteligente? Es una pregunta que ahora no tiene una contestación consensuada. El no tener una definición clara, con parámetros básicos establecidos de lo que es realmente un “Edificio Inteligente”, supone importantes limitaciones a su desarrollo. La incapacidad de generar normas y estándares con requerimientos básicos, la imposibilidad de desarrollar programas de incentivos e impulso a este tipo de edificios o la dificultad de promotores y usuarios de vislumbrar claramente lo que supone su realización, son una importante barrera que hay que superar para su implantación.

La modificación de la Directiva de Eficiencia Energética de la UE del 2018 (Directiva 2018/844) ha afrontado este problema e introduce el concepto de Indicador de Preparación para Aplicaciones Inteligentes o “Smart Readiness Indicator” (SRI, por sus siglas en inglés).

En la Directiva se menciona como este indicador de preparación para aplicaciones inteligentes servirá para “medir la capacidad de los edificios para utilizar las tecnologías de la información y la comunicación y los sistemas electrónicos a fin de adaptar el funcionamiento del edificios a las necesidades del ocupante y a la red y de mejorar su eficiencia energética y su rendimiento general en los edificios”. Además, señala como fundamental que el Indicador debe servir para “sensibilizar a los propietarios y ocupantes de los edificios sobre el valor que aporta la automatización de los edificios y el seguimiento electrónico de sus instalaciones técnicas y deben inspirar confianza a los ocupantes respecto al ahorro real de esas nuevas funcionalidades mejoradas”.

Por lo tanto, este indicador va a proporcionar un lenguaje común a todos los agentes del sector que permita impulsar la adopción en el mercado de tecnologías inteligentes y orientación clara sobre el nivel de inteligencia de la edificación.

Para los ocupantes de los edificios, propietarios e inversores el SRI será una herramienta muy valiosa para conocer los servicios inteligentes que el edificio puede ofrecer. Obteniendo una información fidedigna y clara sobre el nivel de inteligencia del edificio. Por otro lado para fabricantes, ingenierías, arquitectos y demás proveedores de servicios el Indicador proporcionará un marco neutral y común en el que las capacidades de sus servicios o soluciones puedan compararse directamente con la de sus competidores, incluidos servicios “no inteligentes” ya existentes.

En definitiva una herramienta que permita establecer con claridad el grado de “inteligencia de un edificio” y que sirve como punta de lanza para la sensibilización e impulso del concepto de inteligencia en el ámbito edificatorio.

Desarrollando el Smart Readiness Indicator

La definición de un indicador como este en todo el ámbito europeo es una tarea realmente ambiciosa. Determinar claramente lo que es inteligencia, listar el gran número de servicios y soluciones, no solo actuales sino futuras, que pueden afectar de forma significativa al grado de inteligencia de un edificio, y la diversidad de escenarios con distintos tipos de edificaciones, emplazamientos y zonas geográficas hacen de este labor un trabajo realmente complicado. La ventaja con la que se cuenta son los años de experiencia en proyectos similares (ecodiseño, etiquetas de eficiencia energética, certificados energéticos) ponen a Europa en una posición óptima para afrontar este desafío.

Con el fin de dar forma al Indicador de Preparación para Aplicaciones Inteligentes (SRI) los servicios de la Comisión Europea (DG ENERGÍA) han impulsado la realización de varios estudios técnicos que permitan el desarrollo de una metodología común y las posibles vías de aplicación de este indicador. En marzo de 2017 se inició un primer estudio técnico con el objetivo de investigar el posible alcance y características del SRI. Este estudio concluyó en agosto de 2018 y permitió establecer las bases y principios rectores del SRI. En diciembre de 2018 se inició el segundo estudio técnico, que a partir de los conocimientos adquiridos pretende proporcionar los aspectos técnicos necesarios para perfeccionar y finalizar la definición y la metodología de cálculo del SRI. En febrero de 2020, se presentaron los progresos y conclusiones relativas a este segundo estudio, constituyéndose hasta la fecha la versión más cercana a lo que será el futuro indicador.

A continuación, y teniendo en cuenta que no es una versión final, desarrollamos las principales aspectos que se compone y dan forma al SRI y su metodología de evaluación.

1. Definición de inteligencia y principios básicos

Es necesario tener en cuenta los principios básicos sobre los que se aposenta todo el concepto del Indicador. Por un lado es importante entender que se entiende por “inteligencia” en la elaboración del SRI y cuales son los principios básicos sobre los que se va a forjar la metodología.

Durante los trabajos e informes técnicos esta es la definición de inteligencia de un edificio que se ha tenido en cuenta para la elaboración de todo el procedimiento:

La inteligencia de un edificio se refiere a la capacidad del mismo o de sus sistemas para percibir, interpretar, comunicar y responder activamente de manera eficiente a las condiciones cambiantes en relación con el funcionamiento de los sistemas técnicos del edificio o el entorno exterior (incluidas las redes de energía) y a las demandas de los ocupantes del edificio”.

Definición de inteligencia de un edificio para el desarrollo del SRI.

Por lo tanto, un indicador de preparación para aplicaciones inteligentes de los edificios proporciona información sobre la preparación tecnológica de estos para interactuar con sus ocupantes y las redes de energía, y sobres sus capacidades para un funcionamiento más eficiente y un mejor rendimiento mediante el uso de tecnologías TIC.

Otro aspecto fundamental, y que viene marcado en el ANEXO BIS de la modificación de la Directiva de Eficiencia Energética de Edificios, son las tres funcionalidades básicas relacionadas con los edificios que se tienen que tener en cuenta para establecer el indicador:

  • la capacidad para adaptar su modo de funcionamiento en respuesta a las necesidades del ocupante, prestando la atención debida a la facilidad de uso, la conservación de condiciones climáticas interiores saludables y la capacidad para informar sobre el consumo de energía;
  • la capacidad para mantener la eficiencia energética y el funcionamiento del edificio mediante la adaptación del consumo energético, por ejemplo mediante el uso de energía de fuentes renovables;
  • la flexibilidad de la demanda global de electricidad del edificio, incluida su capacidad para permitir la participación activa y pasiva en la respuesta a la demanda tanto implícita como explícita en relación con la red, por ejemplo a través de las capacidades de flexibilidad y transferencia de carga.

A parte de estos tres puntos, se realizo todo un listado de principios básicos que necesariamente tendría que poseer el indicador y sobre los cuales se pueda desarrollar la metodología de elaboración el mismo:

  • Crea un campo de juego tecnológicamente neutral para todos los actores del mercado a través de la definición de la capacidad funcional en lugar de la prescripción de ciertas soluciones tecnológicas.
  • Es coherente con el objetivo de tener un indicador simple, expresivo y fácil de comprender que transmita la información de forma transparente y tangible.
  • Equilibra el deseo de una evaluación suficientemente detallada y fiable con el deseo de limitar los requisitos de tiempo y coste para evaluar la inteligencia de un edificio.
  • Permite la incorporación de múltiples dominios distintos (por ejemplo, tanto los servicios de calefacción como capacidades de carga de los vehículos eléctricos, etc) y múltiples categorías de impacto distintas (por ejemplo, la eficiencia energética, la flexibilidad energética y suministros de información a los ocupantes, etc.).
  • Está diseñado para poder adaptarse a los factores contextuales pertinentes, que incluyen las variaciones por los tipos de construcción, clima, cultura y el impacto colectivo que tienen en la demanda de ciertos servicios.
  • Es lo suficientemente flexible como para permitir actualizaciones regulares para apoyar la innovación en relación con la rápida evolución de las políticas y servicios disponibles comercialmente.

2. Procedimientos o métodos de Evaluación

Una de las cuestiones claves a la hora de establecer un indicador es cómo va ser de exigente o completo su procedimiento de evaluación, lo que se relaciona de forma directa con el grado de complejidad del propio índice. En los informes técnicos se han previsto al menos dos tipos diferentes de evaluación del SRI: una versión ligera con un conjunto limitado de servicios y una versión detallada. La diferencia entre ambas versiones es que permitirá reducir el coste para aquellos edificios sencillos, lo que a su vez podría aumentar su aceptación. Al mismo tiempo la versión detallada permitirá validar el valor añadido de los sistemas avanzados en sistemas complejos. En el lado negativo, esta diferenciación podría traer confusión, lo que podrían dificultar la comunicación del SRI. Por último, algunos agentes también piden que el SRI vaya más allá y se base en los datos reales de rendimiento del edificio ya en uso.

A partir de la consideración de estos aspectos, el equipo de estudio ha investigado los tres posibles métodos:

  • Método A (Sencillo). Este método podría consistir en una comprobación rápida y simplificada, centrada principalmente en edificios residenciales y pequeños edificios no residenciales. El método podría basarse en una lista de comprobación simplificada. Sería el método más sencillo, sin necesidad de dedicar más de una hora por vivienda.
  • Método B (Complejo). Este método podría consistir en una evaluación detallada del SRI centrada principalmente en edificios no residenciales. La evaluación podría durar entre un medio día o un día, dependiendo del tamaño y complejidad del edificio. Por defecto requeriría una inspección in situ por un experto calificado externo.
  • El Método C ( In situ). Este método va más allá y cuantifica el rendimiento real del edificio en uso. Los diferentes controles y sistemas de automatización introducidos en el edificio podrían ser capaces de auto-informar de los niveles de funcionalidad, complementando los métodos A y B. Este método se está considerando como una posible evolución de futuro del SRI.

La mayoría de los agentes consultados han apostado por distinguir entre un enfoque simplificado (Método A) y un enfoque detallado (Método B), dependiendo del tipo de edificio. Y es por ello que se están adaptando los métodos y procedimientos para que tengan cabida ambos modelos

3. Metodología para el cálculo del SRI

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A continuación desarrollamos cuál es la metodología y los aspectos clave que conforman el actual método para obtener el indicador final de preparación inteligente de un edificio.

3.1 Servicios Inteligentes Preparado (“Smart Ready Services”)

La metodología del SRI propuesta se basa en la evaluación de los denominados como “Servicios Inteligentes Preparados” (Smart Ready Services”) que podrían estar presentes en un edificio, así como una evaluación de las funcionalidades que ofrecen. Cada uno de los servicios puede ser implementado con diversos grados de inteligencia, denominados como “niveles de funcionalidad”.

Para apoyar esto, se han compilado dos catálogos de servicios inteligentes, uno detallado para apoyar el Método B de evaluación, que consta de 54 servicios, y el simplificado (Método A) que consta de 27 servicios. Además, para una mejor compresión, los servicios se estructuran en los siguientes nueve dominios del edificio: calefacción, aire acondicionado, agua caliente sanitaria, ventilación controlada, iluminación, envolvente dinámica del edificio, electricidad, carga de vehículo eléctrico y Monitorización.

Para cada uno de los servicios, se definen de 2 a 5 niveles de funcionalidad. Un nivel de funcionalidad más alto refleja una implementación “más inteligente” del servicio, que generalmente proporciona más beneficios a los usuarios del edificio o a la red en comparación con los servicios implementados en un nivel de funcionalidad más bajo. Los niveles de funcionalidad se expresan como números ordinales, lo que implica que los rangos no pueden compararse fácilmente de manera cuantitativa de un servicio a otro.

3.2 Criterios de impacto

Una vez definidos los servicios inteligentes y su nivel de funcionalidad, hay que establecer los criterios de impacto que estos tienen en el usuario, la eficiencia energética y la red de energía (es decir las tres funcionalidades básicas mencionas en la modificación de la Directiva). Durante los estudios técnicos estos criterios de impacto han ido cambiando y finalmente se han fijado siete criterios de impacto:

  1. Ahorro de energía en el sitio. Esta categoría de impacto se refiere a los efectos de los servicios inteligentes en las capacidades de ahorro de energía.
  2. Flexibilidad para la red y el almacenamiento. Categoría de impacto referida a los efectos de los servicios inteligentes en el potencial de flexibilidad energética del edificio.
  3. Confort. Efectos de los servicios en el confort de los ocupantes. Este confort se refiere a la percepción consciente e inconsciente del entorno físico, incluido el confort térmico, el confort acústico y el rendimiento visual (por ejemplo, la provisión de niveles de iluminación suficientes sin deslumbramiento).
  4. Conveniencia. Repercusiones de los servicios con respecto al conveniencia de los ocupantes, es decir, la medida en que los servicios “facilitan la vida” del ocupante. Por ejemplo tecnologías que requieran menos interacciones manuales.
  5. Bienestar y salud. Efectos de los servicios en el bienestar y la salud de los ocupantes. Por ejemplo, unos controles más inteligentes pueden mejorar la calidad del aire interior en comparación con los controles tradicionales, aumentando así el bienestar y la salud de los ocupantes.
  6. Mantenimiento y predicción de fallas. La detección y el diagnóstico automatizado de fallos que puedan mejorar de forma considerable el mantenimiento y funcionamiento.
  7. Información a los ocupantes. Este categoría de impacto se refiere a los efectos de los servicios en el suministro de información sobre el funcionamiento de los edificios a los ocupantes.

Para cada uno de los servicios inteligentes preparados en el catálogo, se han definido puntuaciones provisionales de impacto para sus respectivos niveles de funcionalidad de acuerdo con una escala ordinal de siete niveles. Si bien la mayoría de los impactos son positivos, la escala también ofrece la oportunidad de atribuir impactos negativos.

3.3 Puntuaciones

Según la metodología propuesta, la valoración de SRI será un porcentaje que expresa cuando cerca (o lejos) está el edificio de la máxima preparación inteligente. Cuanto más alto es el porcentaje, más inteligente es el edificio. El porcentaje también podría convertirse en otro indicador, por ejemplo, la clasificación por estrellas o la puntuación alfabética (A, B, C, etc.).

Para obtener esta puntuación final, se ha establecido un método de evaluación multicriterio donde se establecen factores de ponderación para diferenciar los tipos de edificios o por ejemplo su zona climática. El proceso sería el siguiente:

  1. El proceso comienza con la evaluación individual de cada uno de los servicios inteligentes preparados.
  2. Se inspeccionan lo servicios disponibles en el edificio y se determinan su nivel de funcionalidad.
  3. Para cada servicio, esto lleva a que se asigne una puntuación de impacto para cada uno de los criterios de impacto considerados en la metodología
  4. Una vez que se conocen las puntuaciones de impacto de todos estos servicios individuales, se calcula una puntuación de impacto agregada para cada uno de los 9 dominios considerados en la metodología. Esta puntuación del impacto del dominio se calcula como la relación (expresada en porcentaje) entre las puntuaciones individuales de los servicios de los dominios y las puntuaciones individuales máximas teóricas.
  5. Para cada criterio de impacto, se calcula entonces una puntuación de impacto total como una suma ponderada de las puntuaciones del impacto del dominio. En este cálculo, el peso de un dominio determinado dependerá de su importan- cia relativa para el impacto considerado.
  6. Finalmente la puntuación final del SRI se basa en una suma ponderada de las 7 puntuaciones de impacto total. Una vez más, el peso asignado a cada impacto dependerá de su importancia relativa para la preparación inteligente del edificio.

En esta evaluación multicriterio, los factores de ponderación pueden atribuirse tanto a los dominios como a los criterios de impacto para reflejar sus contribuciones relativas a una puntuación de impacto global agregada.

En cuanto a los factores de ponderación de los dominios, se prevé su adaptación al contexto geográfico y al contexto de construcción. Así los factores de ponderación distinguirá por defecto entre: edificio residencial y no residencial. En cuanto al contexto geográfico se diferencian 5 zonas climáticas:

  • Europa del Norte: Dinamarca, Finlandia, Islandia, Noruega, Suecia.
  • Europa Occidental: Alemania, Austria, Bélgica, Francia, Irlanda, Liechtenstein, Luxemburgo, Países Bajos, Suiza, Reino Unido.
  • Europa del Sur: Chipre, España, Grecia, Italia, Malta, Portugal.
  • Europa Nororiental: Eslovaquia, Estonia, Letonia, Lituania, Polonia y República Checa.
  • Europa Sudoriental: Bulgaria, Croacia, Eslovenia, Hungría y Rumania.

Finalmente en cuanto a los factores de ponderación de los criterios de impacto se ha optado porque se ponderen entre las tres principales características fundamentales marcadas por la Directiva y luego con 7 subcriterios de impacto

3.4 Normalización de la puntuación y proceso de triaje.

La metodología de cálculo del SRI ofrece un marco flexible y modular, y su aplicabilidad variará en función de circunstancias concretas: tipo de edificio, clima, condiciones específicas del lugar, etc. Así, por ejemplo, es muy probable que debido al contexto local y específicos del lugar algunos dominios y servicios no sean relevantes, no son aplicables o no sean deseables. La metodología del SRI se adaptará a esto a un proceso de triaje o selección para identificar los servicios relevantes para un edificio específico.

En esencia, se combinan dos enfoques para tratar los dominios o servicios ausentes:

  • Algunos servicios sólo tienen que ser evaluados en lo casos en los que los sistemas técnicos de construcción pertinentes estén presentes. Por ejemplo, la relevancia de los dispositivos de sombreado automatizados depende en gran medida del diseño del edificio (orientación, relación ventana-pared, etc.). Esa evaluación no puede hacerse objetivamente en el ámbito del SRI. Sin embargo, cuando hay sombreado móvil, el SRI puede evaluar cuán inteligentemente se controlan los dispositivos de sombreado.
  • Algunos servicios pueden estar ausentes pero, no obstante, ser deseables desde el punto de vista de las políticas energéticas. Este enfoque puede servir de estímulo para mejorar los edificios existentes con servicios adicionales (inteligentes). Por ejemplo, penalizar la ausencia de un sistema de ventilación controlada podría crear un incentivo para instalar un sistema de ese tipo a fin de mejorar la puntuación del SRI.

Por tanto se opta por una normalización de la puntuación del dominio. Como resultado del proceso de triaje, ciertos servicios no estarán incluidos en la puntuación máxima del edificio (b), con lo cual podrían ser inferiores que la teórica máxima puntuación (c). La puntuación final del SRI será calculada dividiendo la puntuación del edivicio (a) entre la máxima puntuación del edifico (b).

3.5 Otros aspectos a tener en cuenta: ciberseguridad e interoperabilidad

Dos aspectos fundamentales que también tiene que tener en cuenta el futuro “Smart Readiness Indicator” están relacionados con la Ciberseguridad e Interoperabilidad.

Como no será posible realizar una inspección in situ de los aspectos de ciberseguridad, el SRI tendrá que basarse en otras fuentes de datos, por ejemplo, la etiqueta voluntaria de ciberseguridad de la UE, que podría estar disponible para los sistemas técnicos de los edificios en un futuro. Esto podría figurar en el SRI y sus documentos adjuntos como información adicional.

Además, se esta valorando como el SRI debería incluir la información relacionada con la interoperabilidad y su compatibilidad con otros elementos, sistemas o protocolos. Algunos elementos de la interoperabilidad se integran de forma implícita en la metodología de cálculo del SRI, formando por tanto de la puntuación global y del resultado final obtenido para el edificio. Opcionalmente, el SRI y sus documentos adjuntos podrían informar sobre las normas y protocolos de comunicación utilizados por los sistemas técnicos de los edificios, o introducir un sistema de medición simplificado para indicar la interoperabilidad en cada uno de los ámbitos técnicos. Es probable que esta última sea más un objetivo a largo plazo que una realidad a corto plazo, ya que actualmente es muy difícil determinar el estado de interoperabilidad de las tecnologías a partir de una evaluación in situ (o de otro tipo).

Referencias

  1. “Smart building technology deployment”, 2019. PwC.
  2. “The Journey to IoT Value. Challenges, Breakthroughs, and Best Practices”, 2018. Cisco.
  3. “New criteria for a new, Smart Building Era”, 2019. Siemens.
  4. “A critical review of field implementations of occupant-centric building controls”, 2019. J Park.
  5. “The Truth about Workplace Occupancy. Real world applications and benefits of occupancy data analytics”. TrueOccupancy.com
  6. “The Smart Readiness Indicator: A potential, forward-looking Energy Performance Certificate Complement?”, 2018. Sürmeli-Anac, Nesen & Hermelink, Andreas. (2018).
  7. Directiva (UE) 2018/844 por la que se modifica la Directiva 2010/31/UE relativa a la eficiencia energética de los edificios y la Directiva 2012/27/UE relativa a la eficiencia energética.
  8. RD Interim Report of the 2ND Technical Support Study On The Smart Readiness Indicator For Builigins. Febrero 2020

Autor: José Enrique Álvarez Menéndez

Director Editorial y de Tecnología de smartlighting

Este artículo aparece en el nº6 de SMLmagazine dedicado a la «CONECTIVIDAD»